Donde nadie queda ya por pasear,
allí me siento y espero a la vida,
dejo a mi mente liberada aletear
pero no vuela; queda escondida.
Buscando un momento que apreciar,
saboreando el resto sin apetito.
Sucio paladar de tanto arreciar
por los bastos caminos del sentido.
Así me quedo a la espera (volverá),
hundido en mis míseras tinieblas,
abrazando aire, aunque no quisiera
sustituirla por una poca de niebla.
Es lo que me encuentro, lo que queda,
aquello que regalar a nadie por algo.
Una sensación que de mí se apodera:
la pasión por la que esta pena cargo.
Aquí dejaré mis riendas abandonadas,
no sé seguir los trotes del lamento.
No sé, ni quiero, realidad encaminada,
prefiero alejarme de aquello que siento.
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