Siempre se pasea sin mirar atrás,
tal como sus horas y sus jornadas.
Avanza constante sin dejarse anclar
en el varadero perdido de la nada.
A todos cambia, va alterando el medio.
Aporta saber, la experiencia y vejez.
Es quien se encarga de poner en el sitio
a cualquier alma, a la que da madurez.
Él dicta sentencias perecederas al mundo,
se refleja en todo gesto y apariencias,
se jacta de toda su plausible suficiencia
para sobrevivir a todos con ruidos mudos.
Es omnipontente y de condición etérea,
es también laborioso y de voluntad severa.
Corta a su antojo al reverdecer de hierba
y guarda un suspiro alentador de quiebra.
Tiempo sin relojes, también sin horarios,
anciano tiempo de todos los tiempos.
Viento y calma, temprano y solitario;
llanero que nos sigue marcando momentos.
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