Yo nunca quise ser humano
pero me he obligado a vivir
para saberlo.
Siempre estuve mejor muerto,
cuando era un placer respirar
sin necesitarlo.
No correspondo a nada que clasifique,
no soy como nadie, ni soy yo mismo.
Prefiero no serlo.
Soy la sombra que da cuerpo a un suspiro,
camino pisando el aire, flotando,
y sin sentirlo.
Me gustaría no verme reflejado en los espejos,
seria más feliz sin haberme conocido;
y sin conocerte a ti.
Porque me satisface más morir tres veces,
que vivir un segundo más de añadido
para vivirlo así.
Porque quizá la vida se endurece
y llegar a morir no es un destino;
es un porvenir.
A los ojos los inunda la pena
al corazón lo destroza un susurro,
a mí; tu silencio.
Con las manos atadas al cielo
y con los pies en los abismos
desde un comienzo.
Con las alas cortadas a nivel,
con las ganas reprimidas de sentir
lo que nunca he sentido.
Tiempo de sobras para pensar,
pensar a solas, echar a volar,
rodar en bola, parar a potar,
doblar yo a las olas sin impedimento.
Viento y calma, luz oscura
brava alma, llama que arde pura.
1 comentario:
Despreciando la vida desde un principio y amando a la muerte hasta el final.
Entre tanto; placeres que desaparecen cuando pasan a ser necesidades, la necesidad empaña al placer, cómo nuestro reflejo en el espejo cubierto por el vaho después de una ducha caliente.
Pero no hay reflejos, por qué a quién coño pertenece la identidad, ¿nuestra identidad?¿Mi identidad? Nadie es el poseedor de los reflejos, de las identidades.
E hilando todo esto encontramos al tiempo, un tiempo que desperdiciamos cada segundo, cada decenio.
Así, el viento y la calma duermen juntas; la luz oscura ilumina los valles y las débiles almas se embravecen y arden, y nada es una contradicción.
Desperdiciando la vida en principio y amando a la muerte al final.
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