A cuatro pasos del cielo,
a un infinito de tu vera,
de vuelta y media en el suelo
sin nadie que acuda a mi espera.
Cargado de metal valioso
mi corazón rezuma herrumbre.
No es nada el valor, sin ti, del oro.
al ser toda riqueza el dolor de un hombre.
Capas de sudor seco y polvo
sobre mis espaldas desgastadas.
Ya no llueve, ni nunca ni un poco,
y se me añeja en suciedad la mirada.
Descanso perpetuo sin condiciones
no es desfallecer, sólo calmar los sueños.
No seducen amapolas a sauces llorones
mientras lirios sean sus dueños.
Arrancaré de raiz la posibilidad,
fruto de mis logros serán tus ojos,
cuando por vencer la debilidad
prenda en pasión y también antojo.
Que vengan a mi los infiernos
si es pecado el querer adorarte.
Sólo se que sin tu calor hace invierno
y ni el fuego eterno podrá templarme.
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