Casi sin saber, sabido lo tengo.
Disfruto de un suave sabor de tu encuentro.
Lamo roturas de alma, y aún contento,
dirigido hacia ti. Llámame y vengo.
Es oscurecer el tiempo sin rostro,
lo que tú desempeñas rota y sola.
Lo que tú encontrarás en otros
desvanece bajo mi luz que asola.
Tirabuzones de fuego te atraen.
Mis ojos sin palabras no te mienten.
Si al quererte, mis sentimientos traen
la dulzura que tú me muestras siempre.
Tantos días descontados al tiempo,
los que llevo sin ti; los que te ofrezco.
Tantas noches sintiéndome queriendo.
Tanta vez, como días te conozco.
Rara costumbre es dormitar el alma.
Ya que es ignífuga a mi fuego fatuo.
No consigo más que hacer descansarla
bajo el tenerte; que se me antoja arduo.
Por eso, pensándote me reviento,
Dolorido por golpes autoimpuestos
que da la brisa 'marina' del viento,
esa que arrastra a tu pelo y tu cuerpo.
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