5 may 2011

Guitarrista

No contaba diez veranos,
y ya daba sus compases,
siempre junto a la guitarra,
que sonaba por las calles.
Aprendió de muy chiquito,
el maestro fue su padre,
y ya apenas separó,
su camino de el del arte.
Su corazón fue flamenco,
y su música su sangre.

Fue creciendo con el tiempo,
y mostraba virtuosismo,
fue ganándose respeto,
fue labrándose un camino.
Con pasión y valentía,
buscaba a tientas su sitio,
y tras superarlo todo,
se emplazó donde él más quiso.
Empezó a ganarse el sueldo
en tarimas de garitos.

Fue feliz con los acordes,
con las notas y las rimas,
tocó por tiento y tarantos,
bulería y seguirillas.
Le bailaban por bailar,
al compás, las gitanillas,
embrujo y duende a la tarde,
a la noche y todo el día.
En eso ocupó su tiempo,
salvo el rato que dormía.

Con los años fue cambiando,
ya no daba más conciertos,
fue olvidando a la alegría,
empezó a hacerse viejo.
Nunca tuvo una mujer,
su guitarra era su aliento,
tuvo muchas pretendientas,
pero nunca un casamiento.
Lo encontraron en su cama,
agarrado a ella y muerto.

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